29/06/2025
El 21 de diciembre de 2012, más de 40.000 zapatistas, con sus rostros cubiertos por pasamontañas, marcharon en silencio por las ciudades de Chiapas que habían tomado dieciocho años antes, el primero de enero de 1994. Esta acción, que coincidió con el inicio de un nuevo ciclo en el calendario maya, asombró nuevamente a los medios y a la clase política mexicana. Demostró de forma innegable que el movimiento, que muchos daban por desaparecido, no solo persistía sino que había consolidado una forma de vida y organización alternativa. Este resurgimiento silencioso puso de manifiesto que, incluso en la ausencia de comunicados del Subcomandante Insurgente Marcos, las Juntas de Buen Gobierno (JBG) de las Bases de Apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (BAEZLN) seguían activas, tejiendo una nueva subjetividad e identidad colectiva en la cotidianidad de sus comunidades autónomas.

Este artículo busca profundizar en ese zapatismo menos visible, explorando cómo se ha forjado una nueva subjetividad y una identidad colectiva entre sus participantes. Se argumenta que la persistencia del movimiento se debe en gran parte a la construcción de esta nueva subjetividad, que se manifiesta como una identidad colectiva en resistencia contra el modelo hegemónico. Además, se postula que esta identidad se caracteriza más por un proceso de construcción dinámico, arraigado en las prácticas de relaciones sociales y formas de hacer política en los territorios autónomos, que por un perfil fijo. En este sentido, la autonomía zapatista emerge como un ejemplo de «contrapoder», relevante para otros movimientos sociales antisistémicos en América Latina, especialmente en un contexto donde se busca redefinir la relación con los Estados.
- La Estrategia Zapatista: Del Diálogo a la Autonomía de Facto
- Forjando una Nueva Subjetividad: La Identidad Colectiva Zapatista
- Espacios de Contrapoder: La Autonomía en la Práctica
- La Tierra como Fundamento de la Resistencia
- Transformando las Relaciones Sociales: Salud y Educación Autónomas
- Motivos de Deserción en el Movimiento Zapatista
- Preguntas Frecuentes sobre el Zapatismo
La Estrategia Zapatista: Del Diálogo a la Autonomía de Facto
Inicialmente, la estrategia zapatista se centró en la búsqueda y apertura al diálogo con el Gobierno y la clase política mexicanos. Este enfoque quedó claro desde el levantamiento de 1994, cuando la insurgencia armada fue acompañada por una fuerte demanda de negociación. Sin embargo, a medida que el diálogo se estancaba y los acuerdos firmados, como los de San Andrés de 1996, eran incumplidos o desvirtuados por el Estado, la estrategia zapatista evolucionó. Pasaron de una búsqueda de reconocimiento y negociación 'desde arriba' a una construcción de autonomía 'desde abajo'.
El llamado «silencio» zapatista, especialmente el que precedió a la marcha de 2012, no fue una inactividad, sino una fase de profundización interna y consolidación de sus estructuras autónomas. Durante este período, los zapatistas demostraron que su lucha no dependía exclusivamente de la visibilidad mediática o de la respuesta gubernamental, sino de la capacidad de sus comunidades para autogobernarse y satisfacer sus propias necesidades. La declaración de 38 Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) en diciembre de 1994, o la formación de los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno en 2003, fueron actos de insurrección y poder constituyente que reafirmaron su derecho a la autodeterminación, incluso fuera de los límites territoriales o legales impuestos por el Estado. Estas acciones redefinieron el espacio político, transformando la lucha de una demanda al Estado a una práctica de creación de realidades alternativas.
Forjando una Nueva Subjetividad: La Identidad Colectiva Zapatista
Las luchas antisistémicas en la era de la globalización, como la zapatista, adoptan formas distintas a las de las revoluciones tradicionales enfocadas en la toma del poder estatal. Hardt y Negri identifican tres elementos clave del contrapoder: la resistencia, la insurrección y el poder constituyente, este último expresado como la invención de una nueva constitución social y política a través de circuitos micropolíticos. El zapatismo encarna esta visión al no solo desafiar las estructuras de poder, sino también al construir y ejercer nuevas modalidades de relaciones sociales y subjetividades basadas en la dignidad y la solidaridad humana. Se trata de redefinir «lo político» más allá del ámbito liberal-representativo, visibilizando y legitimando otras prácticas sociales.
La importancia del elemento subjetivo y de la identidad colectiva ha sido clave para la cohesión zapatista. Su identidad colectiva no es un producto estático, sino un proceso de construcción constante de una realidad alternativa. Conceptos zapatistas como «caminar preguntando» y «un mundo donde quepan todos los mundos» capturan esta idea de una identidad fluida y diversa. Adoptando la «política prefigurativa», el zapatismo busca vivir, en la práctica, las relaciones sociales y formas políticas que prefiguran la sociedad deseada, caracterizadas por una política antijerárquica, democracia participativa y valores comunitarios. En los intersticios del espacio configurado por el capitalismo global, los zapatistas construyen alternativas, definiendo sus acciones y forjando identidades, creencias y valores alternativos en sus prácticas cotidianas de resistencia.
Espacios de Contrapoder: La Autonomía en la Práctica
Un aspecto fundamental de la identidad zapatista es su insistencia en reivindicar simultáneamente los derechos como indígenas, campesinos y ciudadanos mexicanos, construyendo una identidad múltiple e incluyente. Su búsqueda de una «autonomía verdadera» no se relaciona con la participación en las instituciones del Estado, sino con la creación de un espacio de resistencia activo. La desconfianza hacia las instituciones estatales y los programas gubernamentales se forjó a partir de experiencias de incumplimiento y cooptación. En lugar de permitir que otros definan su identidad, los zapatistas se definen a sí mismos, delineando sus prioridades y acciones a través de procesos de asamblea que buscan el consenso real de la comunidad actual.
Los cambios en las relaciones de género, aunque incipientes, son un ejemplo del esfuerzo deliberado por modificar tradiciones que no servían. La Ley Revolucionaria de las Mujeres, publicada en 1994, marcó la pauta, y sus principios se reflejan en las prácticas cotidianas, permitiendo la inclusión de las mujeres en el centro de las decisiones comunitarias y en cargos importantes dentro de la estructura organizativa del EZLN. Este proceso de cambio fue expuesto al mundo en el Encuentro de las Mujeres Zapatistas con las Mujeres del Mundo en 2007. La autonomía zapatista es un proyecto descolonizador que desestabiliza el concepto de soberanía del Estado, ejerciendo un poder de facto que obvia el poder soberano y refuerza una concepción diferente del poder.
La reconfiguración del espacio en los territorios zapatistas incluyó la constitución progresiva de estructuras propias de autogobierno. En estos nuevos espacios, las comunidades indígenas definen sus gobiernos y sus formas de elegirlos, sin intermediación de partidos políticos. Las elecciones se realizan en asambleas participativas, y los cargos son rotativos y sin sueldo, lo que implica una desprofesionalización del ámbito político. Las autoridades zapatistas (a nivel de comunidad, municipio autónomo y Juntas de Buen Gobierno) y los promotores de educación y salud asumen sus cargos de forma voluntaria, con sus gastos asumidos por la comunidad. Para evitar nuevas jerarquías, practican las «tres erres»:
- Rotación frecuente de cargos.
- Rendición de cuentas para asegurar la transparencia.
- Revocabilidad de la autoridad.
Por ejemplo, las JBG se eligen por asamblea cada tres años y sus miembros prestan servicio por períodos rotativos, rindiendo cuentas y regresando a sus comunidades. Esta legitimidad se extiende incluso al sistema de justicia zapatista, al que recurren incluso no zapatistas, debido a sus prácticas objetivas, sin costo, en idiomas indígenas y con un sentido de reparación a través de labor comunitaria en lugar de encarcelamiento. Esta «ciudadanía pluriétnica» (Harvey, 2007) es un replanteamiento del pacto ciudadano, donde se reconoce el derecho de los indígenas a autogobernarse.
La Tierra como Fundamento de la Resistencia
La condición de ser indígenas se entrelaza intrínsecamente con la de ser campesinos, y con el orgullo de la autosuficiencia a través de la tierra. Para las comunidades zapatistas, la tierra es indispensable para la producción y significa territorio en el sentido de autogestión del espacio, además de ser el repositorio de la memoria colectiva y el hábitat de la comunidad, un derecho reconocido por el Convenio 169 de la OIT.
La «recuperación» de tierras tras el levantamiento de 1994 abrió espacios alternativos, tanto territoriales como sociales. La creación de «nuevos poblados» en estas tierras generó un sentido de comunidad entre pobladores sin tierra o desplazados, estableciendo una reforma agraria de facto. En la distribución zapatista de tierras, siempre se designaba un terreno como «colectivo general», cuyas ganancias se destinaban a fines comunitarios decididos por consenso. Esta práctica sentó las bases para resistir los embates del capitalismo neoliberal, promoviendo la autosuficiencia y una economía moral específica que busca la reproducción de la vida comunitaria fuera de la lógica del mercado. Como lo expresó un formador de educación del Caracol de Roberto Barrios:
Los que hicieron los gobiernos autónomos de nuestra zona con la tierra recuperada es que pudieron entender que no debe seguir la propiedad privada de la tierra [...] Hay que entender las ventajas de que la tierra sea comunal, porque cuando uno es propietario de la tierra no hay lugar para todos [...] Los que estamos luchando tenemos que pensar cómo hacer para que todos tengamos la posibilidad de disfrutar las tierras, sean tierras ejidales o tierras recuperadas, porque hablamos de que en esta lucha no debe haber exclusión.
El Estado, intentando dividir a las comunidades, prometió titulación de propiedad a campesinos no zapatistas. Sin embargo, esta amenaza de «regularización» y el rechazo zapatista a la autoridad de un gobierno que consideraban ilegítimo, paradójicamente, reforzaron la identidad colectiva de los nuevos asentados. Las políticas gubernamentales de «meter proyectos» o de «labor social» militar, lejos de debilitar, también contribuyeron a fortalecer la identidad zapatista. Un requisito definitorio de ser integrante de una base de apoyo zapatista es estar «en la resistencia», lo que implica no aceptar ayuda gubernamental ni participar en proyectos oficiales. Esto, aunque conlleva sacrificios materiales, se vive con orgullo y como una forma de preservar la identidad y la cohesión comunitaria frente a la pérdida de costumbres y valores que observan en los beneficiarios de la ayuda oficial. La resistencia, en este sentido, no es solo oposición, sino la construcción activa de nuevas subjetividades colectivas, un «arma de lucha para enfrentar a este sistema capitalista que nos domina».
La identidad indígena-campesina de los colonos de la Selva Lacandona está ligada a la supervivencia y sustentabilidad de sus asentamientos. Han desarrollado una visión ecológica propia, de reproducción social de la comunidad en interacción con el medio ambiente y los recursos naturales. El fenómeno de la migración ha sido un desafío, con los zapatistas adoptando normas para desalentar el viaje a Estados Unidos y los mayores lamentando la pérdida del sentido de comunidad. Sin embargo, los motivos de deserción por migración suelen ser económicos o de búsqueda de aventura, no ideológicos, y algunos que se van, mantienen elementos de la identidad zapatista.

Al rechazar la soberanía del Estado en sus territorios, el proyecto zapatista de autonomía dio lugar a una «nueva espacialización de lucha». Las autoridades zapatistas reemplazaron los sistemas oficiales de salud y educación con redes de «promotores» comunitarios. Aunque carecen de los recursos económicos del Estado, han logrado una relación más orgánica y adaptada a las necesidades de sus comunidades.
El modelo de salud comunitaria zapatista se diferencia del centralizador y jerárquico del gobierno. El promotor de salud difunde conocimientos intergeneracionales e interculturales, reclutado en las comunidades y capacitado en talleres locales. Se incorpora la medicina tradicional junto con la alopática, entendida no solo como saberes de herbolaria, sino como una cosmovisión alternativa de la salud, donde el bienestar comunitario (incluso psicosocial) no se separa de la condición del individuo. En el contexto de la «guerra integral de desgaste» del Estado, la salud se concibe de forma integral como parte de la resistencia.
La capacitación de promotores de salud y educación, al igual que los cargos rotativos en el gobierno autónomo, representa una inversión comunitaria y un compromiso mutuo. A diferencia de la profesionalización técnica, el modelo zapatista busca que los promotores no pierdan su condición de indígenas, campesinos y miembros de la comunidad. Un coordinador de salud del Caracol de Morelia lo explicaba así:
...a los que quieren desarrollar más sus conocimientos en esto, pero también no quiere decir que si vienen acá y abandonan todo: 'yo soy promotor y entonces me vengo para acá y dejo todo mi cargo', no, es cubrir, porque el plan ahorita son diez días de práctica, diez días de teoría y diez días de trabajar en nuestros pueblos; pero por el momento no se está obligando pues tienen que entrar a pura conciencia a estudiar también, porque aquí no se está dando dinero, sino a pura conciencia.
En la educación, la enseñanza se da en el idioma local, con el español como segunda lengua. Las bases insisten en una función de servicio a la comunidad para lo que llaman la «educación verdadera», que es colectiva, nace de la comunidad y sirve para «crecer su conciencia, mejorar su vida». Los Caracoles no imponen líneas didácticas; el contenido y los materiales se definen de forma descentralizada y participativa entre promotores y comunidad. La filosofía educativa zapatista fomenta valores antijerárquicos y respeta la capacidad de los niños para definir sus actividades escolares, considerándolos actores con responsabilidad y capacidad de participar en las decisiones comunitarias.
Tabla Comparativa: Modelos Zapatista vs. Estatal
| Aspecto | Modelo Zapatista | Modelo Estatal |
|---|---|---|
| Gobernanza | Asambleas participativas, cargos rotativos y sin sueldo, revocabilidad (tres erres), Juntas de Buen Gobierno. | Representación política, partidos, cargos remunerados, jerárquico, burocrático. |
| Justicia | Objetiva, sin costo, en idiomas indígenas, enfoque en reparación (labor comunitaria), legitimidad comunitaria. | Formal, con costo, en español (generalmente), enfoque punitivo (cárcel), burocrático. |
| Salud | Promotores comunitarios, integral (físico y psicosocial), combina medicina tradicional y alopática, autogestión, resistencia. | Centralizado, jerárquico, modelo alopático dominante, burocrático, dependiente de presupuesto. |
| Educación | Promotores comunitarios, en idioma local, enfoque comunitario y colectivo, valores antijerárquicos, participativa. | Centralizado (SEP), en español, currículo estandarizado, jerárquico, profesionalizado. |
| Tierra | Recuperación y colectivización (colectivo general), autogestión del territorio, sustentabilidad comunitaria. | Propiedad privada o ejidal, regulación estatal, susceptible a políticas neoliberales (ej. Artículo 27). |
Motivos de Deserción en el Movimiento Zapatista
La información disponible sobre la deserción del movimiento zapatista indica que, si bien ocurre, los motivos generalmente no son de orden ideológico. El peso de las obligaciones comunitarias y el compromiso con la vida en resistencia a veces constituyen motivos de «éxodo». Permanecer en las bases de apoyo zapatistas implica una serie de compromisos de trabajo comunitario y participación en asambleas que difícilmente cuadran con períodos de ausencia, como los que implicaría la migración. Para algunos jóvenes zapatistas, además del factor económico, existe el motivo de buscar aventura o de salir de las restricciones que perciben en la subcultura zapatista-indígena. Sin embargo, es notable que muchos de los que se salen optan por seguir «en resistencia» de alguna forma y acatar otras normas y elementos de la identidad zapatista, lo que sugiere que la ruptura no es total ni ideológica. La identidad forjada en la comunidad es resiliente, incluso para aquellos que por diversas razones se ven obligados a distanciarse.
Preguntas Frecuentes sobre el Zapatismo
¿Qué significa «caminar preguntando» para el zapatismo?
«Caminar preguntando» es un concepto fundamental que refleja la naturaleza procesual y dinámica de la identidad y la lucha zapatista. Implica que el movimiento no tiene todas las respuestas de antemano, sino que las construye colectivamente, a través de la reflexión, el diálogo y la práctica constante, adaptándose a las circunstancias y aprendiendo en el camino. Es una filosofía de humildad y construcción colectiva del conocimiento y la acción.
¿Cómo se organizan los zapatistas en sus territorios autónomos?
Los zapatistas se organizan en Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) y se coordinan a través de las Juntas de Buen Gobierno (JBG), ubicadas en los Caracoles. Estas estructuras se rigen por principios de democracia participativa, rotación de cargos, rendición de cuentas y revocabilidad de la autoridad. Las decisiones se toman en asambleas comunitarias, asegurando que el poder resida en las bases.
¿Cuál es la importancia de la tierra para el movimiento zapatista?
La tierra es central para el zapatismo, no solo como medio de subsistencia y producción, sino como territorio que permite la autogestión del espacio, la preservación de la memoria colectiva y el hábitat de la comunidad. La «recuperación» de tierras y la creación de terrenos «colectivos generales» son actos de resistencia que permiten la autosuficiencia económica y la construcción de una economía moral alternativa al capitalismo.
¿Qué papel juega la «resistencia» en la vida cotidiana de las comunidades zapatistas?
La «resistencia» es un pilar de la identidad zapatista. Se manifiesta en el rechazo a la ayuda y programas gubernamentales, lo que implica un sacrificio material, pero fortalece la cohesión comunitaria y el orgullo de la autosuficiencia. Más allá de la negación, la resistencia es la construcción activa de nuevas subjetividades y prácticas sociales que permiten la supervivencia y la reproducción de la vida comunitaria frente al sistema dominante.
¿La Ley Revolucionaria de Mujeres ha tenido un impacto real?
Sí, la Ley Revolucionaria de Mujeres, publicada en 1994, ha marcado un antes y un después. Aunque los cambios son incipientes y enfrentan obstáculos, ha permitido una mayor participación de las mujeres en espacios tradicionalmente masculinos, facilitando su inclusión en las decisiones comunitarias y en cargos de liderazgo dentro de la estructura organizativa. Esto demuestra un esfuerzo deliberado por modificar tradiciones que no servían y avanzar hacia una mayor equidad de género en la práctica cotidiana.
Conclusión
El zapatismo, a más de dos décadas de su aparición pública, representa un proyecto de autonomía y contrapoder en constante evolución. Su resistencia no se limita a la oposición al Estado o al sistema neoliberal, sino que se manifiesta en la construcción de una identidad colectiva dinámica, forjada en las prácticas cotidianas de autogobierno, educación, salud y producción. El «caminar preguntando» de los zapatistas es una invitación a la reflexión y a la acción, demostrando que es posible crear «un mundo donde quepan todos los mundos» a través de la organización de base y la redefinición de lo político. Su persistencia y resiliencia ofrecen lecciones valiosas sobre cómo las comunidades pueden construir alternativas viables y dignas, incluso en los contextos más adversos, redefiniendo la soberanía y el futuro desde abajo y a la izquierda.
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